4.1. Introducción




La agricultura intensiva convencional si bien consiguió aumentar la producción mundial agrícola en sus primeros años, en estos últimos la situación es bastante diferente. El abuso de “fitosanitarios” de síntesis química, el uso de variedades híbridas resistentes o mejoradas genéticamente así como la explotación desmesurada de cualquier terreno con vocación agrícola y sin ella, nos ha llevado a un irreversible deterioro medio ambiental a nivel global, grandes regiones desertizadas, acuíferos y ríos contaminados por nitratos, fosfatos, pesticidas, herbicidas, fungicidas, etc , lagos eutrofizados por exceso de fosfatos, suelos envenenados con plaguicidas y herbicidas de larga duración como los organoclorados  o de acción total como los últimos desarrollados y mayormente comercializados, esto está suponiendo la desaparición de los recursos genéticos de variedades hortícolas autóctonas ya que al no poder competir en producción con las variedades híbridas y transgénicas van siendo desplazadas hasta su


completa extinción. Además de toda la flora ruderal arvense, aquella flora que crece de forma silvestre entre los cultivos y caminos, comúnmente llamadas malas hierbas, y sin embargo muy buenas hierbas, son ricas en especies comestibles, algunas de gran valor nutricional  y medicinal como la ortiga o el diente de león, y muchas otras tan valoradas y reverenciadas antaño como la mandrágora, la ruda o la salvia y que constituyen el legado natural alimenticio y farmacológico de nuestros antepasados.

Este es un asunto muy serio, no solo por la desmedida agresión medioambiental, en cuanto a contaminación, sobreexplotación y pérdida de biodiversidad genética hortícola se refiere sino también y muy más directamente en lo concerniente a salud y calidad de vida. La producción y el máximo rendimiento al mínimo coste son los únicos criterios tenidos en cuenta. Desde hace años se vienen ocultando a la sociedad en general estudios y evidencias que demuestran la alta toxicidad de estos compuestos para la salud humana. El uso excesivo de fertilizantes químico-sintéticos y de plaguicidas, junto con los aditivos artificiales usados en el procesamiento son los causantes de la mayoría de los desequilíbrios que padece en los últimos años el hombre occidental moderno, sin olvidar mencionar el desmesurado aumento en el número de cáncer y desórdenes de nuestros sistemas hormonales y sexuales directamente relacionados con el aumento de la concentración de estos compuestos químicos artificiales en  nuestros órganos y tejidos. Según datos de la OMS, anualmente se intoxican dos millones de personas por exposición directa o indirecta, siendo 200.000 las muertes anuales ocasionadas por estos compuestos.





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